En un live a través de sus redes sociales, Javier Hernández abrió su corazón y habló de cómo lo afectan las críticas que los aficionados hacen online, tanto de su performance deportiva como de su vida personal.
Y no hay que ser adivino para saber que le duelen.
En medio de una merienda, Chicharito fue franco y practicamente hizo un llamado a parar el abuso hacia su persona.
“No es fácil estar escuchando todo el día cosillas", afirmó el delantero del LA Galaxy. "No es fácil. Que el Chichatronco, que el Chicha esto que el Chicha lo otro, que hasta si mis hijos no son míos, que soy un mal padre. No es fácil, pero aquí estamos al pie del cañón”, añadió.
Seguramente habrá muchos que se tomarán las palabras de Chicharito a la ligera y que hasta le encontrarán un ángulo gracioso, pero lo que es realmente crucial aquí es que los aficionados entiendan cuáles son los límites de lo que es abuso o no.
Todos, futbolistas o no, estamos expuestos a las críticas por nuestro desempeño laboral. Sin embargo, comenzar a poner nombres - y por mucho que el mismo Hernández haya usado el Chichatronco en un post de Instagram - para denostar a alguien es algo que traspasa los límites.
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Sí, puede que haya jugadores que tengan más tolerancia a los apodos y esa fea parte del "folclore" deportivo. Pero hay tantos otros que no. Que tengan dinero o que sean famosos tampoco da vía libre para insultarlos. Menos en una sociedad en la que los problemas de salud mental están a la orden del día y que no distinguen posición económica.
Saltar e inmiscuirse en la esfera privada de los jugadores con el afán de ofenderlos es aún más grave. Realmente es imposible entender lo que tienen en la cabeza aquellos que se dan el tiempo de sentarse frente a un computador para dudar de la paternidad de Chicharito e incluso amenazar de muerte a la esposa de un futbolista porque jugó mal un partido.
El abuso a los jugadores, como a cualquier otra persona, tiene que parar.