A cinco meses del Mundial de Catar 2022, lo mejor que puede hacer la selección mexicana en estos momentos es dar por terminado el proceso de Gerardo Martino. Suena duro, pero si los sueños del Tri son avanzar en la fase de grupos y tener una chance de llegar al cada vez más utópico quinto partido, no queda otra.
Si bien desde un punto de vista numérico la idea parece una estupidez – con el Tata al mando, el Tri ha disputado 55 partidos con un saldo de 36 victorias, 11 empates y ocho derrotas, equivalentes a un 72 por ciento de efectividad –, en lo granular el rostro que exhibe México es alarmante. Siete de los ocho partidos que perdió ocurrieron en los últimos 15 meses, hay una evidente incapacidad para vencer a Estados Unidos y Canadá – sus rivales directos en Concacaf – y mejor ni hablemos de la inferioridad absoluta a la hora de enfrentar a la elite de otras confederaciones como la CONMEBOL.
La reciente derrota ante Uruguay (3-0) también expuso a un Tri que no solo falla tácticamente en momentos clave del partido, sino que además parece no responder a los estímulos emocionales que un equipo necesita en una situación adversa.
Dicho de otro modo, el México de Martino es anodino y carece de fuego sagrado.
Obviamente, la culpa no es solo del entrenador y su cuerpo técnico. Los jugadores no pueden ni deben salvarse de la crítica. Hay niveles paupérrimos en todas las líneas y muchas veces la vibra que transmiten con su actitud en el campo es de jugadores que se sienten con el boleto a Catar asegurado y que básicamente dejaron de hacer el esfuerzo.
Una disposición completamente diferente, por ejemplo, a la de Argentina – rival de grupo y que tiene más o menos sellada su lista para Catar – tratando una copa amistosa ante Italia como si fuera la final del Mundial.
México, más que un salvador a la Chicharito, necesita a alguien que sea capaz de motivar, inspirar o al menos traer nuevas ideas que enciendan el corazón de los jugadores. O que al menos los haga sentir que su lugar en Catar no está asegurado.
Y ese alguien no es Martino, por un simple hecho: el discurso de que hay tiempo para mejorar lleva ya casi un año dando vueltas en su discurso y México no mejora. No sé si porque no tiene las herramientas o porque los jugadores no lo escuchan con el mismo convencimiento con que lo hacían al inicio de su proceso.
¿Quién es el hombre entonces? Considerando el poco tiempo que queda, debe ser alguien que conozca el medio y las mañas del futbolista mexicano. Y esto no deja fuera a técnicos extranjeros, como quisieran los chauvinistas de a peso.
Personalmente creo que hay tres rutas: una emocional y con experiencia mundialista encarnada en Miguel Herrera, otra lógica con el bicampeón de la Liga MX, Diego Cocca, y otra más táctica y cerebral en manos de Guillermo Almada, quien transformó a Pachuca de un equipo mediocre de fondo de tabla a ser uno de los finalistas de la liga local en apenas cinco meses, los mismos cinco meses que quedan de aquí al Mundial.
Y bueno, siempre está la posibilidad de que no importa quien venga, el resultado será el mismo. Que lo mejor sea aceptar la realidad de que este plantel, en este momento, no está en el nivel en que todos quisieran que estuviera.